domingo, 30 de diciembre de 2012

Claudio Sanchez


Las bellas durmientes
Marcos Loayza retorna con una comedia en clave de policial. De estructura cinematográfica perfecta y con un guión sólido, el director presenta una historia en Santa Cruz de la Sierra, una bella durmiente en sí. El papel del cabo Quijpe posiciona a Luigi Antezana como uno de los mejores actores del país. 
Redescubrimos a un autor que tiene firma y sabe contar una buena historia sabiendo qué decir y cuándo hacerlo. (C.S.)

Las bellas durmientes: un policial encomiable Franchesco Díaz Mariscal*


Las bellas durmientes: un policial encomiable
Franchesco Díaz Mariscal*
Déjenme comenzar por el final. No voy a contarles cómo acaba la película, sino por el crédito dedicatorio cuando la pantalla se va a negro: “Al Rulo”. Listo. Se me hizo un nudo en la huata y tragué saliva dos o tres veces. Lo mismo les debió pasar a todos quienes lo conocimos. Por eso, esta reseña también va para el hermano de Marcos, Raúl Loayza Montoya, fallecido el año pasado.
Las bellas durmientes significa el retorno a la pantalla grande con una cinta de ficción luego de nueve años para Marcos. Casi una década silente —aunque entremedio haya habido trabajos, públicos y de los otros— implica bastante para un realizador, incluso en países de producción dispersa como el nuestro (Eguino se puso detrás de cámaras luego de 23 años; Sanjinés, cuando hizo Los hijos del último jardín, llevaba nueve sin hacer nada). Lo bueno, y hay que decirlo ya mismo, es que ese retorno se hace con un muy buen producto, tanto en lo narrativo como en lo técnico.
Marcos tiene la teoría de que un espectador nunca se aburre con sus películas. Podemos discrepar, aunque es verdad cuida mucho la expectativa, cedazo del cual nos valemos los cineastas para capturar boquiabiertas a las audiencias. Y en Las bellas, su primera experiencia con el género policial, lo consigue sin maniqueísmos ni efectos baratos de posproducción; es, para puntualizar al lector despistado, puro mérito de quien sabe contarnos algo.
Y quede claro no es el policial de receta: cadáver(es)+policía a punto de jubilarse con policía novato+sicópata maldito in extremis. Esta es una película policial al más puro y libre estilo del Loayza. Partamos por el hecho de que se ve muy poca, casi nada de sangre; agreguémosle que las occisas son verdaderas maniquíes a quienes poner alguna mácula es casi un sacrilegio; rematemos con que la dupla antagónica (no hablo de quien asesina a las bellas) en realidad es la de quien quiere hacer lo correcto —el cabo Quijpe— y quienes no le dejan —su obtuso jefecito el sargento Vaca y, en esencia, el sistema corrompido.
Aunque se pretende, con más sarcasmo que honestidad claro está, desligarse del bulto de entrada nomás con un cartón donde se dice, al estilo de Confidencias, que cualquier parecido con la realidad no es cosa de quienes participaron en la cinta, es por demás evidente que lo mostrado en la proyección sí quiere reflejar cómo andamos en el país.
¿Alguien, verdaderamente, puede decir que confía en la Policía Boliviana? Más allá de su risible lema “Contra el mal, por el bien de todos”, demostrado con creces y a diario está que se trata de una de las más (sino la mayor) corruptas instituciones en el país. Y ni este ni los gobiernos precedentes tienen los cojones para hacer podas porque, contra lo que debería suponerse genere, la Policía mete miedo a todos por igual.
Marcos se mofa de esto con ese humor negro suyo que, a quienes seguimos su obra, nos encanta. Y para ello escoge la vía más inteligente: crearnos empatía inmediata con el protagonista (Luigi Antezana, lejos en su mejor actuación en pantallas nacionales), padre soltero y dependiente de los humores que se le metan en el calzón al calzonudo viriloide superior.
El Cabo Quijpe (con jota, como pone en el pecho de su camisa) es el único que intenta resolver los misteriosos asesinatos de las beldades, apoyado en partes por la Choca (Paola Salinas). El Sargento Vaca (Fred Núñez), entre tanto, quiere salir del embrollo mediático cuanto antes y, como buen especimen de la casta policial, busca salidas y soluciones facilonas —inevitable, disculpen el paralelo, pensar en el famoso Odón Mendoza.
Al más puro estilo de quien practica la mexicana Ley de Herodes (“o chingas o te jodes”), o la más cercana Ley de Arteaga (“el que caga, caga”), el sargento decide que ese cabito no va a joderle la carrera —la secuencia donde se enfrentan es memorable y tal vez la más intensa en lo dramático y emotivo en la película—. Lo manda a cuidar unos pollos, algo que debe ser peor, para los pacos en La Paz, que llegar al cuerpo de Bomberos (no es sarcasmo: indaguen y se enterarán que el cuartelito en la Sucre es un destino castigo para los verde olivo).
Quijpe lucha entonces contra la doble moral del superior, contra un sistema que de por sí ya viene podrido porque no todos pueden ser tocados por las yemas justicieras (puede dar fe cualquiera que haya tenido la desdicha de llegar a la otrora PTJ o la actual FELCC) y contra el potencial desempleo, algo que le privaría, aún más, en su espartana vida al lado de su niña escolar.
Párrafo aparte merecen las imágenes aéreas de Santa Cruz, donde se rodó y produjo toda la trama. Preguntarle a una cruceña por un lugar determinado y que ella no lo reconozca es lo mejor (más allá de los años de eventual lejanía de la indagada para con su tierra natal) que puede pasarle a un cineasta, creo. Se ha logrado así mostrar una ciudad distinta, aun desconocida para sus propios moradores.
Loayza cierra, pero no cierra. Es su estilo y se respeta, aunque quizás en esta cinta hubiera caído mejor un verdadero desenlace y no el cuasi abrupto fade a negro para dar lugar al cartón dedicatorio ya comentado. Más de uno saldrá con dudas por ese hecho, pero no desmerece todo lo presentado antes e incluso —intuimos a esto apuntaba Marcos— abre puertas a la esperanza de una potencial mejoría.
El tiempo dirá si es la mejor película en la obra del cineasta paceño, pero sí podemos afirmar, sin temor a yerros ni haber visto todas las estrenadas, que es la mejor película nacional de 2012. Eso por si sólo ya la convierte en una cinta encomiable. Gracias por volvernos a hacer querer nuestro cine.

* Magister en guión, periodista, crítico de cine y cineasta.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Loayza en estado puro de RIcardo Bajo


Por: Ricardo Bajo H. | 23/12/2012
1.- Las bellas durmientes es una película de Marcos Loayza, cien por cien Loayza. El cineasta paceño traslada su sello particular, tan paceño como las montañas telúricas que rodean a La Paz, a la ciudad de Santa Cruz. Y no por ello pierde su manera de colocar la cámara, su autoría, sus personajes, su forma de ver el mundo, siempre entre el pesimismo existencial, el humor negro que todo lo toca, la crítica social ácida, la timidez galopante y los mensajes de esperanza a pesar de los pesares.
2.- Las bellas durmientes nos regala un duelo actoral “de película”: Luigi Antezana (en un momento sublime en el teatro y en el cine tras estrenar en apenas dos semanas la obra teatral Arte y la peli mencionada) es el cabo Miguel Quijpe, con “j”. Y Fred Núñez (actor y director de obras como ese gran corto llamado Ring Ring junto a Mónica Heinrich) es el sargento Vaca. 

Luigi compone un personaje ingenuo, dócil, callado, tímido, apesadumbrado, tierno, buen padre, resignado, trabajador, honesto, obediente-rebelde y a pesar de todo… feliz con su destino. Un personaje “loayziano” por excelencia (fiel reflejo del propio director) con multitud de caras; unas oscuras (esa necrofilia sutilmente apuntada); y otras brillantes como la luminosidad del oriente boliviano. Fred es el cruceño fanfarrón, bonachón, capaz de lo mejor y de lo peor (y de reconocer su error “si la pela”); es la hombría rayante con el machismo; es el desparpajo inigualable de “Santa Puej” y su humor carismático a flor de piel. 

3.- Luigi y Fred protagonizan escenas memorables como las bofetadas y puñetes cuando Quijpe se pone a investigar el asesinato de modelos en Santa Cruz por su cuenta. Lo mejor de la pareja es la hilaridad, el retrato vivo de una relación de poder entre el camba sobrador y el colla callado pero pesante. Se agradece especialmente la no caída en los estereotipos facilotes y regionalistas que otras películas bolivianas recientes han explotado hasta lo insoportable-vergonzoso. 

Loayza se muestra otra vez como un experto a la hora de la dirección de actores. La mano maestra ya fue “desmostrada” cuando Marcos supo contener a una actriz con tendencias graves a la sobreactuación y al histrionismo llorón en el teatro, en la figura de Patricia García cuando el propio Loayza la dirigió en su opera prima teatral, El séptimo sentido, estrenada en La Paz este mismo año. Marcos tiene un don a la hora de crear personajes que se quedan en la retina de los espectadores, desde su prometedor inicio cinematográfico con Cuestión de fe hasta estas “bellas” durmientes y “calladingas”.

3.- Las bellas durmientes es un “thriller” policiaco. Pero con las armas clásicas del género negro por bandera, Marcos aprovecha para reírse del propio género, para “deconstruirlo” en las propias maneras del director paceño. Las aventuras y desventuras del cabo Quijpe con sus limitaciones económicas y formativas a la hora de investigar un caso -sustituidas por sus infalibles “tinkazos”- son la excusa perfecta para diálogos imperdibles -otro acierto del filme; para escenas de alta hilaridad contagiosa en una sala oscura. 

4.- Pero toda película perfecta tiene sus “peros”. Los míos particulares son: una banda sonora omnipresente y a ratos obvia (el redoblar de tambores para una escena de persecución es un lugar común impropio de un músico talentoso como Oscar García); una reiteración de las tomas aéreas de la ciudad de Santa Cruz (si se hubiesen reducido a la mitad, la ciudad de los anillos hubiese alcanzado también el perfil de personaje propio dentro); y una visión demasiado idílica de la propia urbe (con una fotografía “limpia” en exceso).

Aún así, tenía que haber llegado un paceño a Santa Cruz para hacer “la” película sobre la ciudad más grande de Bolivia, con sus pros y sus contras, con sus modelos de plástico, con su delincuencia, con su hermosura pícara, con su pujanza imparable, con su particular crisol de la bolivianidad por bandera. Quizás era necesaria una mirada de afuera para retratar a la ciudad de los mil anillos, maravillosos y deformantes.

5.- Las bellas durmientes es también un durísimo retrato de la policía boliviana, fiel reflejo de nuestra propia sociedad: hedonista, informal, corrupta, trabajadora, honesta… como Quijpe y Vaca. Las escenas de pobreza con la que trabaja la policía de base (causa fundamental y radical de sus tendencias “naturales” a la corrupción) pueden parecer en el exterior propias de un realismo mágico adorable y exótico, pero en Bolivia nos hacen reír por ser la “purita” verdad descarnada, que cuando llega en envoltorio de comedia no nos indigna ni sulfura, sino que nos saca risas y sonrisas compartidas. Ya lo dijo el sabio: las penas compartidas son menos penas. Con el paso del tiempo y de los años, se podrán escribir muchas tesis y ensayos sobre los males de nuestra policía, pero quien quiera aproximarse a la “verdad”, tendrá que sentarse a ver y gozar con las “bellas durmientes” de Marcos.

6.- Se acaba de estrenar y Las bellas durmientes ya apunta maneras de convertirse en un gran clásico de nuestro cine. Fábula infantil, comedia negra, suspenso, crítica social, grandes actuaciones, bellas panorámicas de boca abierta, escenas inolvidables (elija usted la suya), buen guión, excelsa dirección de actores…: un cineasta de verdad vuelve a sus mejores momentos para devolvernos la esperanza en nuestra cinematografía, ésa que siempre se mira en nuestro interior, ésa que vive por y para devolvernos nuestra imagen en el espejo identitario de nuestra alma boliviana. 

7.- Lo único que da un poco de “lástima” es que tengan que ser los grandes nombres de nuestro arte cinematográfico los únicos capaces de “satisfacernos”, de rodar películas dignas (con sus aciertos y sus errores), de no avergonzarnos, de no hacernos huir del cine nacional como hábito saludable y alimenticio de nuestras pasiones… Afortunadamente, el público boliviano ha escapado y dado la espalda a esa subespecie de “productos” audiovisuales que no alcanzan los más mínimos estándares de rigurosidad; y también agradece como lluvia en el desierto películas bolivianas como Las bellas durmientes, que nos elevan el autoestima, que nos deja un semblante de satisfacción, que nos iluminan los caminos sombríos de estos años de escasas perlas de cine para llevarnos a los ojos. El cine boliviano es como el fútbol penoso de todos los días: entre la mediocridad del paisaje, uno siempre se puede sorprender con un tricampeonato, con una goleada a la Argentina de Messi, con una victoria contra un equipo brasileño multicampeón, con un documental digno de Mondaca, con un largo de Marcos, con una peli de Valdivia, Boulocq o Bellott… Al resto, con ganas, los mandaba yo a laburar por un tiempo como Quijpe con la “terapia del pollo”, una mezcolanza genial de castigo maoísta de “revolución cultural” e idiosincrasia cruceña pura y dura.

jericoara@yahoo.comhttp://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2012/1223/suplementos.php?id=4285

viernes, 21 de diciembre de 2012

Retrato de familia de Daniel González Gómez-Acebo

http://elsistema.info/index.php?c=Opini%F3n&articulo=Retrato-de-familia&cat=278&pla=3&id_articulo=14799
Decía el maestro Federico Fellini que "un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador". Es cierto, el verdadero arte es así, con cada nueva pasada cambia, se transforma, evoluciona y ofrece más detalles, más tonalidades. Marcos Loayza tiene visos de maestro. Ya lo demostró con su ópera prima, Cuestión de fe (1995), la continuó con El corazón de Jesús (2004) y lo mantiene con Las bellas durmientes (2012). Sin ser su obra cumbre, que aún no ha llegado pero lo hará, su última producción tiene una serie de hallazgos que merecen absolutamente la pena no dejarlos de lado.
La película de Loayza se sustenta sobre tres grandes pilares: primero, la metáfora de país, al límite del absurdo, del sin sentido, el proyecto de una Bolivia en continua construcción y jamás finalizada. Segundo, el humor ácido que destila - en algunos tramos delirantemente corrosivo - dibujando escenas cotidianas, realistas, tan cercanas, que producen una inmediata empatía con el público nacional, que se siente identificado instantáneamente por las situaciones. Y tercero, Las bellas durmientes tiene la gran virtud de no caer en el moralismo fácil, cosa que se agradece, no acaba soltando su gran verdad, su moraleja final.
La nueva obra del cineasta paceño cuenta la historia del cabo Quispe, un policía orureño, humilde y bonachón, que está destinado a la Unidad de Investigaciones Especiales de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Por azares de la vida, el cabo deberá investigar una serie de casos criminales que estremecerán al país. En su faena descubrirá un sinnúmero de secretos de sus colegas, de la sociedad y de su propia naturaleza, que tal vez hubiese preferido mantener escondidos. Santa Cruz, la ciudad en la que se desarrolla la historia, se impone como la gran bella durmiente que atestigua una historia que está llena de hermosas mujeres, crímenes, drama, situaciones absurdamente realistas y personajes que sólo son posibles en nuestro país.
Pero no todo es color de rosa en esta producción, Las bellas durmientes también tiene sus grietas, sus cortocircuitos, por donde la obra no termina de cuajar, de evolucionar: por la debilidad del guión, la fragilidad en la dirección de actores y la interpretación de ciertos personajes. Loayza, como buen alquimista, se atreve a lanzar una suerte de sortilegio en donde se desgranan las miserias, los cretinismos, y los sinsentidos de Bolivia unidos a la nobleza, la bondad, el desparpajo y el pragmatismo de sus ciudadanos. Uno termina la película, sin duda, con una buena sonrisa, pero, como ya observé, no acaba de redondearse por varios detalles. Los más obvios, la falta de profundidad en los personajes, sobre todo en los secundarios, que podrían ser los que aportan con detalles preciosos al conjunto. Al tener poca profundidad, las actuaciones son, en muchos casos, algo enclenques precisamente por eso, porque no supieron insuflar a sus roles, en el guión, de más vida, de más detalles. Destaca, eso sí, la actuación de Luigi Antezana, brillante y tierno a partes iguales, que soporta el peso de la película con holgura. Entre los secundarios, saludar la aparición de jóvenes y bellas intérpretes como Andrea Aliaga o Giselly Ayub, que merecen su lugar en el podio.
Marcos Loayza logra crear con Las bellas durmientes una obra viva, cercana, con un aroma muy simpático, muy próximo. Con sus peros, sí, pero con una sensación positiva que permanece. Al final todos, de alguna u otra manera, formamos parte de este gran mural, de este gran retrato de familia, queramos o no. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sociales Vip

http://www.socialesvip.com/index.php?cat=5999&pla=1&id_articulo=






Marcos Loayza, exigente y apasionado por el arte
 Cómo reconocer a un verdadero artista. En primer lugar, por su trayectoria. Películas como “Cuestión de Fe”, “Escrito en el Agua” y “El Corazón de Jesús”, laureadas a nivel internacional, hablan muy bien de Marcos Loayza, director, guionista y un apasionado por el arte.
 
Tuvimos el honor de hablar con él y su definición de artista resulta muy clara. “El artista ver la realidad desde otro punto de vista. Es capaz de brindar a la sociedad una manera diferente de apreciar la vida, lo que permite al público aprender, generar nuevas visiones y sobre todo, buscar cómo transformar el mundo”.
 
Marcos Loayza siempre está en movimiento. Nunca para y su contacto con el mundo cultural es amplio. En este momento está en plena producción de su nueva comedia “Bellas Durmientes”, una película que abordará temas de la justicia y la discriminación en Bolivia. “El público va a divertirse y también va a festejar el hecho de verse reflejado y al mismo tiempo reflexionar sobre una realidad que nos afecta a todos”.
 
Nuestro entrevistado dice que es complicado como director dominar todos los elementos que intervienen en una película y que le ha tomado muchos años avanzar para conseguir el perfeccionamiento de las técnicas narrativas del cine. En su nueva producción se ha inspirado en la vida cotidiana, que para él representa un sinfín de cualidades que fácilmente se pueden plasmar en un guión. Loayza dice que su estilo narrativo responde a estilo latinoamericano, que respeta el pulso de cada personaje, un criterio que aprendió de grandes guionistas como Jean Claude Carriere y Alfredo Bryce Echenique, con quienes tuvo la suerte de trabajar.
Loayza se define como una persona muy exigente, que busca de manera constante la excelencia en las producciones que realiza. Para él, tanto en la vida como en el trabajo y sobre todo en el arte, lo fundamental es amar por lo que uno hace.

RAYOS X
 
1. El complejo físico que ocultas
Soy feo (sonríe)
2. Le conmueve  
Un acto de bondad   
3. No puede  vivir sin
El control y la televisión
4. Receta para combatir el estrés
El fútbol

domingo, 18 de noviembre de 2012

Las bellas durmientes de Loayza -Pagina 7


LAS bellas durmientes, la última obra del reconocido director de cine Marcos Loayza, se estrenará en diciembre. Es la primera vez que el cineasta filma un thriller

Amancaya Finkel - 14/11/2012



      Asesinan a una mujer bella en la capital del oriente. El autor y el móvil del crimen son un misterio. Un asesino en serie asola Santa Cruz y el cadáver de esta mujer hermosa es solamente el primero de muchos. Las víctimas son chicas ligadas al mundo del modelaje, el glamour y la farándula cruceña. Con cada nueva muerte, el investigador asignado al caso, el cabo Quispe, un hombre noble y honesto, se obsesiona más por resolver el enigma. Pero hay un problema: en la unidad de investigaciones especiales el trabajo no es más que un estorbo. Valiente, Quispe se enfrenta al inefectivo y anquilosado sistema del que es parte, incluso a costa de arriesgar su fuente laboral al oponerse al sargento, su jefe, que no se cansa de hacer esfuerzos por cerrar el caso a la brevedad posible.

      Las bellas durmientes es la nueva película de Marcos Loayza y está a punto de estrenarse. Es un thriller y es una comedia. Esta última es una especialidad de Loayza, pero es la primera vez que se inscribe desde el principio en un género específico.

      “¡Cuidado que la gente confunda la película con Locademia de policías III!”, advierte. Irreverente por naturaleza, la ironía y el humor negro lo habitan; por eso, una ficción suya no podría ser otra cosa que una comedia. El humor le permite decir lo que no podría decirse de otra manera. “El humor es en esencia subversivo, rompe fronteras, subvierte un orden. Por eso, Milan Kundera decía que reconocía a los estalinistas porque no tenían sentido del humor”, afirma. Loayza no juega con un humor festivo: trabaja con situaciones que transitan el absurdo y el espectador ríe de un mundo que lo refleja.

      El artista y la catequesis 

      A pesar de ser profundamente paceño, en esta oportunidad este cineasta tímido y de aire taciturno no tuvo el menor reparo en hacer maletas y trasladarse a Santa Cruz con buena parte de su equipo para filmar su nueva película.

      Y el resultado fue una sorpresa. “En Santa Cruz es mucho más fácil trabajar”, dice. “La gente te puede dar o no, pero a nosotros nos ha dado mucho. Íbamos, por ejemplo, a una tienda y le decíamos al dueño: ‘Señor préstenos su maniquí’ y él nos respondía ‘Llévenselo, me lo devuelven esta tarde’. Aquí, en La Paz, cuando pides algo te dicen ‘por qué y para qué lo quiere’; la gente desconfía mucho más. No estábamos acostumbrados al apoyo solidario de la gente. Pero algo que nos ha perjudicado mucho es el calor. Aquí, con el frío, prendemos las luces y estamos bien. En Santa Cruz, el set se convierte en un horno. El actor se te duerme. Todo se hace más lento y hay que parar para que la gente se hidrate”, afirma.

      El elenco de Las bellas durmientes está compuesto por gente de La Paz, Santa Cruz, Beni y Cochabamba. “Cada uno trae sus costumbres, sus modismos, sus maneras. La gente tiene que convivir, más allá de la ‘integración’ entre oriente y occidente de la que todo el mundo habla”, comenta.

      El filme toca diferentes temas de la realidad nacional y aunque una película sea “un pretexto para hablar de nuestra sociedad y verla como en un espejo”, el director nunca tiene una “intención” específica al escribir un guión.

      “Yo no cuento historias para que tengan una moraleja, cuento una historia que creo que vale la pena contar. Ésas son las historias que la gente quiere. El que escribió sobre Edipo no debe haber dicho ‘voy a explicar lo que es la paternidad y el incesto’, sino que simplemente ha dicho: ‘¡Qué jodido deber ser que te enamores de tu madre!’ y a partir de ahí ha empezado a escribir una historia. Pienso que el artista no es dueño de la verdad, no puede pontificar ni catequizar, no puede educar, simplemente mira la sociedad desde un punto de vista determinado y la muestra, y la sociedad decide si quiere verse desde ese punto o si se reconoce de esa esquina o no. Uno recién se da cuenta de cuáles son las preguntas que se ha estado haciendo cuando entrega la película al público”, afirma.



      Una institución en crisis 

      ¿Es casualidad hacer una película que involucra a la Policía, justo en tiempos en que la institución está en crisis?, pregunto. “La película es una ficción y se aclara que no toca instituciones ni personas reales, pero se desenvuelve al interior de una unidad de investigaciones especiales; creo que a partir de ahí es posible criticar la institucionalidad de todo el país”, responde.

      ¿Se muestra la corrupción que actualmente hay dentro de la Policía?, cuestiono. “Eso es así desde antes de que yo tenga memoria. Cuando el MNR hizo la Policía se llamaban ‘varitas’, regulaban el tráfico y ya eran corruptibles. Ahora se les dice ‘pacos’ y también hay una actitud muy despectiva hacia la Policía. Hay profesiones que son difíciles de hacer. Muchos jóvenes consideran que la Policía es una de las caras del poder. Un policía, distinto a un sacerdote o a un médico que salva vidas, nunca es bien visto. Claro, los norteamericanos invierten mucho dinero en la imagen de su Policía y ahora hay un montón de series en la televisión, pero entre nosotros no hay respeto hacia la Policía, primero por el color de piel, entre otras cosas”, afirma.

      Pero ¿no es ésa una actitud que se manifiesta en ciertos estratos sociales?, ¿no hay gente que sueña con ser policía?, insisto. “Se presenta el mismo fenómeno. Todos quisieran ser policías porque quieren el poder, pero hay pueblos que deciden que la Policía no entra y los bota o piden que renuncien. Y hay una policía paralela: si te vas a un mercado o a la Huyustus, los comerciantes de ese lugar tienen su propia policía. Partidos políticos tienen su propia policía y hasta los sindicatos tienen su propia policía. Es donde mejor se muestra la fragilidad institucional, creo yo”, argumenta Loayza.

      “Me parece que la película toca las relaciones de poder y qué se hace con la obsecuencia o la rebeldía. El poder no solamente lo tiene el Presidente; lo ejerce con mucha mayor crueldad, por ejemplo, un portero que tiene un poder menor. Y también trata la seguridad ciudadana. Hay menos policías de los que son necesarios. Si vas a la FELCC y quien te atiende es totalmente ineficiente, seguramente no va a ser porque es un imbécil, si no tiene las condiciones ni los recursos para realizar la tarea que le han dado; y eso pasa en todas las instituciones del Estado”, dice Loayza.

      Vedettes intelectuales 

      Además de ser la ciudad en la que la Policía tiene hoy un reto definitivo frente a la criminalidad, Santa Cruz es también la única urbe boliviana que cuenta con una farándula, es la sede del modelaje. La relación de Bolivia con la belleza de sus mujeres es también un punto que toca la cinta.

      “La gente supone que ser bello es ser frívolo, supone que en el mundo del modelaje no hay profesionalismo y que el mundo de la farándula no tiene sentimientos ni humanidad. Es un prejuicio. Se cree que un sociólogo, un cientista social no es banal, sino profundo. Eso es mentira; hay modelos que estudian una carrera y filósofos que tienen espíritu de vedette, a los que les gustan más los flashes que el pensamiento”, sostiene.

      Así, Marcos Loayza cree que si bien la sociedad premia la belleza, también tiene su forma de castigarla. “No pasa nada cuando un futbolista o un viceministro dicen una estupidez, pero cuando lo hace una miss o una presentadora de televisión se arma un revuelo y sale en los titulares”, comenta.

      La relación boliviana con la belleza, en cierta medida, implica también una negación. “Se pretende que una mujer hermosa mida un 1,80 metros y que sea rubia. Aquí ese patrón genético casi no existe, es minoritario. Pretendemos vernos como no somos”, afirma.

      Amigos y familia 

      Para filmar Las bellas durmientes, Loayza trabajó con el grupo de personas de su entorno cercano, con quienes lo hace siempre.

      El actor Luigi Antezana, que personifica al cabo Quispe, es uno de los veteranos en la filmografía del director, pero también lo acompañaron a Santa Cruz la continuista Daniela Mendizábal y su jefe de iluminación, Javier Dorado.

      Como en su primera película, Cuestión de fe, casi 20 años después convocó nuevamente a Óscar García y a Sergio (Mosca) Claros. Pero también trabajó con gente con la que nunca lo hizo antes, entre ellos sus hijos Santiago y Alejandro.

      “Santiago es el productor. Él y Mosca Claros son quienes han hecho posible la película. Y Alejandro es el productor creativo. Ha hecho posible que el filme se estrene y ha manejado gran parte de la imagen de la película en general. Julián, el menor, está en la universidad y hace la parte crítica, opina desde afuera. Antes, a mis hijos no les gustaba leer el guión con anterioridad, iban al set alguna vez, pero les gustaba tener la sorpresa del estreno. Esta vez es diferente, aunque hasta ahora ‘Ale’ se niega a ver la película ya terminada porque prefiere verla en el estreno. Para mí es una bendición poder estar con mis hijos, trabajar con ellos, aprender de ellos es una maravilla”, sostiene.

      Para elegir a los actores de sus películas, a Loayza no le gusta hacer castings. “Hago castings para cosas muy pequeñas, porque es muy mentiroso, puede que justo ese día al actor le duela la muela o que simplemente se ponga la chompa equivocada; en cambio, si veo un corto que ha filmado o una obra de teatro o lo veo en la televisión, me hago una idea de su trabajo sin la necesidad de estar haciéndole dar examen”, asegura. “Cuando un actor me interesa, veo todo de él; eso pasó, por ejemplo, con Paola Salinas, una de las protagonistas, con Jorge Larrazábal; había leído sobre ellos; también con Carlos Rocabado y Giselli Ayub”, agrega.

      El aspecto personal es de vital importancia, porque Loayza no se animaría a trabajar con gente con la que no existe ningún tipo de empatía. “Tiene que haber una relación entre el actor y el director. Nos tenemos que caer bien porque vamos a trabajar y vamos a llegar a un nivel de intimidad muy grande. Él me va a entregar su cara para que yo haga lo que me da la gana con ella y, si no hay esa confianza y esa amabilidad, puede ser un desastre. Sólo me quedaría el camino de la manipulación. Tendría que usar su psicología. En lugar de decirle ‘te tienes que ver demacrado y cansado’, el día anterior lo tengo ensayando hasta las cinco de la mañana y realmente va a estar cansado. Pero eso no me gusta ni me parece correcto”, dice.

      Yo no cuento historias para que tengan una moraleja, cuento una historia que creo que vale la pena contar.


      Un ataque de gota en medio de la filmación

      Las bellas durmientes se estrena el 20 de diciembre. Atrás quedaron la pasión, la diversión y los percances inesperados.

      Uno de los momentos más duros y de mayor desesperación fue cuando, justo antes de una de las escenas claves y físicamente más desgastantes para los actores, se interrumpió la filmación por un ataque de gota que sufrió Luigi Antezana, al punto de tener que someterse a una operación de emergencia.

      Afortunadamente, se recuperó con la celeridad suficiente como para seguir filmando. “En menos de una semana Luigi estaba de nuevo encarnando al cabo Quispe, corriendo y haciendo las más atrevidas escenas de acción, con el apoyo moral de todo el equipo y de las Bellas Durmientes” finaliza Loayza.

      Filmografía de Marcos Loayza

      1987. El olor de la vejez.

      1990. Cuando tú te hayas ido.

      1992. Radio pasión.

      1995. Cuestión de fe.

      1998. Escrito en el agua.

      2004. El corazón de Jesús.

      2007. El estado de las cosas.

      2010. Qué culpa tiene el tomate.

      2012. Las bellas durmientes.

      2014. AK.

Marcos Loayza, listo para hurgar en prejuicios de belleza

La Razón





‘He escuchado decir que no es posible que una miss sea autoridad. Es una inseguridad que tiene que ver con la autoestima’ del boliviano.
Te bajas del colectivo y sientes que tu vida está en peligro. Escapas. Has leído la situación muy rápidamente. Hay un desorden, algo no cuadra en la realidad. Empiezas a sentir miedo. Cuando llegas a casa repasas la situación y te acuerdas de que había un hombre sospechoso escondido en algún lugar de la calle. Hay causas para el miedo”.
Para el cineasta Marcos Loayza, éste es un ejemplo de cómo funciona el conocimiento de la intuición. Ésta es fundamental en el pensamiento creativo del director de Cuestión de fe, que después de cinco años lejos de las pantallas de cine, se alista para el estreno en diciembre de su nueva cinta de ficción, Las bellas durmientes.
Son varios los elementos que se articulan para el nacimiento de este proyecto que llegará a la gran pantalla el 20 de diciembre: pensar una película no es nada sencillo y Loayza enfrenta cada nueva historia como un quiebre. “Lo más patético que le puede pasar a un artista es que comience a copiarse a sí mismo”. La imagen, para Marcos, es cosa seria que exige al creador una continua búsqueda de nuevos caminos, en los que la libertad de la intuición es un riesgo ineludible.
La ruta a Santa Cruz
Las bellas durmientes sigue con fidelidad la concepción creativa del cineasta. Para empezar, la película se sitúa en Santa Cruz de la Sierra, espacio que elige Marcos para pagar “una deuda pendiente”, filmar en la capital cruceña, pero también para establecer nuevas coordenadas en un ejercicio político cotidiano, como el que practica y defiende en el cine y la vida. Es que para Marcos, “poner la cámara es una decisión política” —guiño, por demás sugerente, a la famosa sentencia de Godard, “el travelling es una cuestión de ética”—.
En su dimensión política, el cine de Marcos Loayza hace una apuesta sostenida por hablar de los bolivianos, más allá de las caracterizaciones y los estereotipos. “Hoy, Santa Cruz es el resumen del país, por la migración, por la pujanza económica, pero también por la pujanza cultural”. Como espacio privilegiado para hablar de lo que somos los bolivianos, en Las bellas durmientes Santa Cruz es el escenario de un thriller policial, en el que un cabo comienza a desentrañar el misterio detrás de crímenes cometidos contra hermosas modelos.
“Los bolivianos tenemos una idea muy especial de la belleza: cuando un jugador de fútbol o un ministro dicen una barrabasada, no pasa nada, pero cuando una miss dice algo, todo se mueve”. Para Marcos, esto revela los preconceptos alrededor de la belleza que articulan las aristas de la discriminación en la sociedad boliviana. Si los bolivianos nos sentimos feos o no, tiene que ver no sólo con la posición de un ciudadano ante la candidatura política de una exmiss de belleza, sino también con los primitivos escalones de una intelectualidad política amenazada.
Para Marcos, poner sobre la mesa de discusión el tema de la belleza y su relación con la discriminación, abre paso para preguntarse sobre la autoestima de un Estado. “Alguna vez he escuchado a la gente decir sin muchos argumentos que no es posible que una miss sea autoridad. Es una contradicción, una inseguridad que tiene que ver con la autoestima variable de todos los Estados”.
Puede tratarse de un tema de ética. O, más precisamente, una cuestión de tolerancia. Desde Cuestión de fe, Loayza ha venido construyendo una forma particular de entender lo humano de sus personajes y sus historias, apostando por celebrar, discutir y criticar la democracia. “Cuando estaba haciendo esta película pensaba que hablaba de la religiosidad andina. En el fondo estaba hablando de la democracia, de lo que significa tolerar al otro”. Para el director, “tolerar es aceptar que el otro te afecte, no decir que aceptas al otro si está lejos de ti”.
Se puede ver esta última afirmación como una nueva ruta a partir del cine posible propuesto por Antonio Eguino, según señalan Santiago Espinoza y Andrés Laguna en su libro El cine de la nación clandestina (2009). Los tres personajes de la película de 1995, apuntan los críticos, no son “representativos de determinadas clases o regiones, sino individuos con particulares motivaciones y visiones de mundo”.
La tolerancia de la que habla el director toma, de esta manera, tintes completamente distintos: si hacer política no es militar en un partido, vivir en democracia es llevar una virgen de la ciudad a los Yungas paceños, en un camión bautizado como “La Ramona”, con peleas de gallos y borracheras de por medio. Democracia: aceptar que el otro te moleste, “que tu vecino cocine con mucho ajo o toque guitarra y tú no lo soportes”.
Si la primera película fue una “celebración de la democracia”, El corazón de Jesús (2004) plantea un escenario de malestar. La democracia del Estado, dice el cineasta, se desgasta: “y el Estado, desde 1825, es el mismo, lo vamos parchando, pero no cambia porque cambien los gobernantes”. La historia del empleado público, la burocracia de Estado en su más íntima expresión, las picardías que constituyen el “ser” boliviano, congregan otra particular forma de decir algo sobre la sociedad boliviana.
“Los hombres más poderosos de Bolivia son los empleados públicos, que no tienen militancia. Manejan el país y saben que lo hacen”. A pesar de esto, es discutible la posición frente al personaje, que oscila entre una simpatía fraternal y un enjuiciamiento ciego. “Pasa esto porque en el fondo te das cuenta de que tú tienes algo de pícaro. Haces un montón de picardías pequeñas que no las asumes. Juzgas otras, pero tienes las tuyas. Es una sociedad que se ha hecho así. El personaje es un subversor en el fondo, pero es un pícaro detestable que no puede ser justificado”.
Finalmente, como dice Marcos, “es fácil decir que hay buenos y malos, pero los seres humanos somos mucho más complejos que eso”.
Yo vengo del siglo pasado. Cuando era joven había la necesidad de verdades absolutas. Había un manifiesto del que no podíamos salirnos. Ahora nos dimos cuenta de que las cosas son relativas”.
Para el director de Las bellas durmientes, reconocer este cambio no borra las líneas del compromiso a la hora de hacer cine, más aún si la ruptura con uno mismo es la exigencia primordial.
Quebrar tradiciones propias para crear un estilo y evadir la repetición implica reconocer lo que está antes. Los maestros, los padres, están donde están porque son provocaciones a las que el artista debe responder: “soy heredero de Sanjinés, pero creo que mi cine se enfrenta a él, con buenas armas. Al crear tengo que desafiar, desterrar. Por ejemplo, en mis primeras películas había mucho plano secuencia. Lo acepto o rechazo, pero no puedo dejarlo de lado”.
Después del destierro, no queda más que hacerse una casa propia. “Cuando yo filmo sigo mi propio camino. Me doy cuenta al final del día de que tengo recurrencias. A la distancia se reconoce esto”. La casa de Marcos está llena de imágenes reveladoras, espejos que a la distancia se reconocen como únicos y que, a un mes del estreno de su nueva película, comienzan a interpelarnos nuevamente. La cámara ya corrió, pronto tocará tomar la butaca.
Cuestión de fe  (1995)
La primera película de Loayza muestra una especie de sincretismo, una fe que no sólo proviene de la concepción judeo-cristiana de un escultor, sino que también brota de las creencias probabilísticas de un jugador. El azar es, de esta manera, un elemento vital en esta película. El recorrido se torna fortuito e imprevisible, razón por la que la fe de los personajes debe aflorar ante la presión de un encargo por cumplir. Una fe que construye imágenes de esperanza que se retroalimentan constantemente del anhelo y la confianza fraternal propias de dos viajeros que, al parecer, tienen una misma meta (el traslado de la escultura de una Virgen), meta a la que solamente pueden acceder por medio de un camino lleno de imprevistos. (Mitsuko Shimose) 


Escrito en el agua (1998)
El encuentro de tres generaciones: abuelo, padre e hijo. Un viaje necesario para dejar la ciudad e internarse en el campo, el encuentro con uno mismo y los otros, el primer amor como el principio de la nueva historia, aquella que no nos van a contar. El conflicto familiar y su resquebrajamiento en la sociedad de fin de siglo, con internet como protagonista de un mundo posmo. El director produce en Argentina la película con más saudades de su carrera, en la que la música hace guiños a Bolivia y el sentimiento de exilio desborda la pantalla. El segundo largo de Loayza es una obra de adolescencia que perfila a un gran creador. (Claudio Sánchez)
El corazón de Jesús (2004)
Después de recuperarse de un infarto, Jesús, empleado público de un ministerio, regresa a su trabajo. Ya no tiene empleo y, al volver a casa, su mujer lo espera con las maletas hechas, lista para dejarlo. El fin del mundo está cerca, indudablemente. Sin embargo, un brillante plan, que tiene como protagonistas a una confusión en el hospital y la picardía de Jesús, parece solucionar la situación. De la burocracia de Estado a la burocracia de las emociones, Jesús es lo más parecido al hombre que se sienta junto a uno en el minibús. Jesús, como dicen algunos, está en todo lugar y puede ser cualquiera de los que nos rodean. De la fe al hecho pues, hay poco trecho. (Carolina Castillo)http://www.la-razon.com/suplementos/escape/Marcos-Loayza-hurgar-prejuicios-belleza_0_1725427535.html

Encuentro Gysely Ayub:'Me gustaría ser una camaleónica'


Cine. Saltó de la Tv a la pantalla grande y triunfa. Sueña con varios papeles.






Quién no conoce a esta figura femenina de la televisión, de las modas y hasta del cine. Estamos hablando de la sexy Gisely Ayub (Hernández) a quien se la ve todas las mañanas en el programa Todo Bien de la red ATB. La presentadora contó sus emociones dentro del mundo del cine ya que en el próximo mes se la verá en la pantalla grande en la película "El juego de la silla" de Jorge Sierra y  "Norte estrecho" de Omar L. Villarroel.



P. ¿Cuáles trabajos que te han marcado como una actriz?  
G.A.: El año pasado, Marcos Loayza  me invitó a participar en "Las Bellas Durmientes", película que se estrenará en la segunda semana de diciembre. También participé  en el largometraje "Norte estrecho" de Omar L. Villarroel como  Tania (película que se encuentra en postproducción) el mismo año participé en un video musical de Andrés Barba "Niña",  este año estuve en otro videoclip  para el grupo Doble-A en la canción "Desubicado". Asimismo participé en "El juego de la silla" que para mi alegría se estrenará en los primeros días de diciembre.



P. ¿Qué papeles tenés en la dos películas a estrenarse?
G.A.: En "El juego de la silla", soy "Nilda", una mujer joven, trabajadora, que lucha para tener un mejor futuro, su lucha la refleja en sus estudios y a la vez trabaja. En la película "Norte Estrecho", se trata de una mujer enamorada (Tania). Que entregará todo por el amor de su novio, ella refleja la entrega total de una mujer enamorada, a pesar de que este amor le pueda generar dolor.     


            

P. ¿Qué otros desafíos tienes?
G.A.: Si pienso en desafíos me gustaría interpretar diversos papeles, deseo poder ser camaleónica, poder interpretar desde la niña hasta la mujer madura, en todos sus aspectos.      




P. ¿Qué otros planes tienes para al año?
G.A.: Mi carrera por ahora está en la televisión, el cine y el teatro.




El perfil
Gisely Ayub
Psicóloga
Cumpleaños:
11 de diciembre
Edad:
30 años
Estudios:
Psicología y teatro
Pasatiempos: 
Lectura, el cine, la moda, el baile y, principalmente, disfrutar de mi familia cuando los tengo cerca.   

 17  de Noviembre, 2012        Sábado



sábado, 17 de noviembre de 2012

MARCOS LOAYZA: “Hago cine para plantear preguntas y activar las respuestas”

Aún no tiene la fecha oficial del estreno de “Bellas durmientes”, sin embargo y mientras da los toque finales, Marcos Loayza habla con “Cosas” de sus expectativas y algunos pormenores de la filmación, adelantando algo sobre el argumento de esta su nueva producción.
Por Martha OtazúFotos Chritian Rocabado - Alejandro Loayza








"Es un buen momento de mi vida. Uno va acumulando experiencias y aprendiendo, también de los errores; llega a una edad en la que se sabe qué no debe y qué es capaz de hacer, pero además te sueltas, a mí, por ejemplo, ya no importa tener que mostrar mi prestigio como cineasta, eso ya lo tengo ganado, tengo la libertad de hacer cosas más atrevidas o convencionales si quiero”, comenta el cineasta Marcos Loayza.
Nos reunimos para hablar de su próxima película, “Bellas durmientes”, un thriller que tiene como protagonistas a hermosas modelos asesinadas y al cabo Quispe, un incansable investigador de la Policía. Aún no tiene la fecha exacta para el estreno, sin embargo presume que será antes de finalizar este año. 
“Hasta que el público no la ve y no te la respuesta no sabes, es una incertidumbre, una apuesta”, dice Loayza refiriéndose a las expectativas que tiene. En “Cuestión de fe”, recuerda, la gente reaccionó encariñándose con la cinta y reía con escenas que no estaban precisamente planificadas para eso. En todo caso, dice, “tengo como premisa no aburrir al espectador por el respeto que le tengo”, 
“Bellas durmientes” es una película, como define Loayza, “de bajo presupuesto”. El experimentado director recalca la importancia de hacer cine que permita recuperar lo invertido dentro el mercado nacional, pues “eso es lo que nos da la opción de seguir haciendo cine”. La cinta no ha recibido subvención alguna, es totalmente independiente. 
Dos de sus hijos, Santiago y Alejandro, participan de esta apuesta, el primero como productor y el otro como parte de la producción creativa. “Es una suerte poder trabajar con la familia, estar con mis hijos; enriquece mucho porque son puntos de vista muy diferentes y puedo acceder de forma directa al mundo de ahora, a la modernidad. Ha sido algo muy valioso”, resalta.
“Bellas durmientes” fue filmada en Santa Cruz, experiencia que Loayza califica de muy placentera. “La gente es de alguna manera menos desconfiada, íbamos a filmar y nos prestaban el espacio sin problemas, pero, por otro lado, el calor era algo que no teníamos contemplado, hacían 30 ó 35 grados y si a eso le prendes luces de cinco mil vatios hay una temperatura a la que no estamos acostumbrados”.
Sobre la participación de modelos en la cinta y su desempeño, Loayza dice sentirse satisfecho. “Es gente que ha estado en televisión, en pasarela, en sesiones fotográficas o de video, así es mucho más fácil filmar. Hay el prejuicio de que la modelo es una tabla, pero en general tiene más capacidad porque sabe trabajar con su cuerpo”.
Miedos reales
“Siempre sientes miedos cuando tocas la realidad; hay gente que se ve mal reflejada y piensa que hay saña. Cuando hicimos ‘Cuestión de fe’ teníamos miedo de la reacción de la iglesia católica, o la iglesia protestante. En este caso está el mundo de las pasarelas, de las modelos y también el policial; el temor es que sientan que hay falta de respeto, más aún con las nuevas leyes, pero creo que el oficio del artista es ser consecuente y mostrar lo que debe mostrar”.
Modelos, thriller… ¿está buscando hacer un cine que venda?, preguntamos. “Si uno quiere vender hace choripanes o bebidas alcohólicas, que venden mejor. Tenemos una noción de lo que es banal y lo que es profundo no muy bien aceptada. Hay un montón de prejuicios. De eso también trata la película, de cómo nos vemos, porque no somos Los Ángeles para tener una tremenda estrella de cine, o San Pablo para tener una top model, pero tampoco nos damos nuestro propio lugar. Esto además está cruzado con la discriminación y el racismo. Eso es algo que nos impide construir nacionalidad, nación”, contesta.
“Bellas Durmientes” va en sentido contrario a como fueron hechas las otras películas de Loayza. “Siempre filmé mis películas a partir de lo nuestro, historias bolivianas para bolivianos con dramaturgia boliviana; en este caso he cambiado partiendo de afuera, de la belleza, del modelaje, del thriller, para terminar en nosotros”, resume.
“Hago películas para comprender ciertas cosas de la vida, de la realidad y mías propias; no hago una película conociendo las respuestas. Hago cine para plantear las preguntas y activar las respuestas, le propongo al espectador esas preguntas sin saber las respuestas. Si fuera un cine de respuestas sería de por sí aburrido”.
Loayza espera que “habiendo hoy más salas de cine, la película pueda tener más público del que tuvieron ‘Corazón de Jesús’ y ‘Escrito en el agua’”. Sabe que la mejor propaganda es el comentario de la misma gente y por eso aspira a que la película guste, que el público “la pase muy bien, que se divierta y se quede pensando, no que le cambie la vida, una película no es para eso”
Finalmente reconoce que está pasando por un buen momento. “Tengo mucha creatividad porque he tenido un ciclo de mucha acumulación, estoy preparando una exposición de dibujos míos –en la Alianza Francesa- y estoy haciendo obras de teatro. Cuando uno tiene muchas ideas es siempre mejor”, afirma.